Los profesionales de los servicios de emergencias insisten en la necesidad de formar a la población para saber cómo tienen que afrontar una llamada al 112.

  • Desde el momento en que se sabe “el qué” y el “dónde”, el 112 activa a los organismos de emergencias correspondientes.

  • “Si preguntamos cinco veces lo mismo es porque ese dato es importante”, advierten los sanitarios.

“¡Es mi marido!, ¡por favor!, ¡que venga alguien ya!”; “oiga, ¿pero vienen o no?”; “¡es muy urgente!, ¡se está muriendo!”; “no tenéis vergüenza”; “¡dejaos de hostias y venid ya!”; “¡me cago en la madre que os parió a todos!”; “¡la denuncia que os voy a poner va a ser de órdago!”. Son fragmentos de una llamada real al 112. Un hombre se ha desplomado, en un pueblo de difícil acceso, y su mujer es la que da la voz de alarma. Son momentos de estrés y las preguntas de los sanitarios hacen que pierda la paciencia. Comienzan entonces los insultos y amenazas. Mientras, la llamada es gestionada por tres médicos y dos operadores del Servicio de Asistencia Médica Urgente (SAMU) que intentan buscar solución para que la ayuda llegue a tiempo.
Es el problema al que se enfrentan, cada día, los servicios de emergencias que atienden cientos de llamadas. Pero, ¿son necesarias tantas preguntas antes de que se activen policías, bomberos o ambulancias? Pilar Limón, portavoz del 112 Andalucía, lo tiene claro: “Ninguna pregunta es gratuita. Todas son necesarias”. El teléfono 1-1-2, público y sin coste, es el que integra los servicios de urgencia sanitaria, extinción de incendios y salvamento, seguridad ciudadana y Protección Civil. Sus operadores, recabada la información, la transfieren a los servicios competentes y, si es necesario, también las llamadas. En este sentido, la portavoz de 112 Andalucía explica a NIUS que, desde el momento en que se tiene respuesta a dos cuestiones clave: “el qué y el dónde”, se activan y alertan los organismos que deben intervenir. “Es importante que el usuario sepa que, mientras habla con el operador, la maquinaria ya está en marcha, independientemente de que sigamos preguntándole“, insiste.

“Si preguntamos cinco veces lo mismo es porque ese dato es importante”

Marta Nonide, médica del Servicio de Asistencia Médica Urgente (SAMU) de Asturias, recalca a NIUS que las preguntas no se hacen para perder el tiempo, rellenar expediente o curiosear, sino para cribar el tipo de ayuda que la víctima necesita. “Si preguntamos cinco veces lo mismo, es porque ese dato es muy importante y tenemos que estar seguros”. En el caso concreto de una emergencia sanitaria, es fundamental que, además del “qué” y el “dónde”, el interlocutor especifique otros datos: el sexo de la víctima, su edad (bebe, niño, joven, adulto o anciano) y algunos signos y síntomas (¿está consciente?, ¿respira?, ¿sangra?). Porque en función de las respuestas a estas cuestiones, se activarán protocolos específicos, se aconsejarán actuaciones y maniobras salvadoras, incluso de ellas, dependerá la activación de un tipo u otro de asistencia.
No vale la típica respuesta “cuelgue que ya se lo cuento yo cuando estén aquí”, insiste esta médica. “Una llamada que alerta, por ejemplo, sobre convulsiones variará mucho dependiendo de la edad de la víctima”, nos explica Nonide. “En un bebé puede ser febril; en niños y jóvenes, epilepsia; en adultos, tumor cerebral; o ictus, en ancianos”. De la misma forma, una inconsciencia en un bebé es extremadamente grave. En cambio, la cosa cambia si es un adolescente o una persona adulta con ansiedad. Otros factores como si es o no fumador, si estaba haciendo ejercicio o si sufre alguna cardiopatía, harán pensar al profesional sanitario en otra orientación diagnóstica. Todas las preguntas tienen un porqué.

Preguntas “absurdas” que pueden salvar vidas

En una situación de estrés, algunas cuestiones pueden parecer “absurdas”: “¿en qué planta es el incendio?”, “¿de qué color es el humo?”, “¿cuál es el modelo del vehículo siniestrado?”. Sin embargo, son cuestiones vitales para los profesionales. Salvador Varea, bombero del ayuntamiento de Sevilla, explica a NIUS que conocer en qué planta se desarrolla el fuego les ayuda a anticipar el número de posibles atrapados, ya que “el primer peligro mortal en un incendio es el humo y siempre busca salida hacia arriba y, a través de la principal vía de evacuación de los vecinos: el hueco de escaleras”. Así, un incendio en las plantas bajas será más peligroso que en las altas. El color y la densidad del humo también son indicativos. “Si es marrón parduzco, de textura algodonada y sale rápido y a borbotones de un local, puede ser signo de una inminente deflagración”, alerta Varea. Una situación de verdadero peligro que exigiría medidas determinadas y precoces.
En una llamada alertando de un accidente de tráfico, un dato importante para los bomberos es el modelo del vehículo siniestrado. Gracias a esa información, el mando puede planificar de antemano la maniobra de excarcelación de los atrapados, evitando dañar elementos peligrosos como los botellines de gas presurizado de los airbags que, en función del modelo, se ubican en uno u otro lugar del vehículo.

Cuando los minutos se hacen eternos

“¡Mi marido no respira!”; “es mi hijo, ¡se ahoga!”; “¡mi padre se muere, vengan!”. Es la desesperación de una voz al otro lado de la línea telefónica. Familiares desbordados, en estado de shock, a los que el miedo paraliza. Para muchos, será el peor día de sus vidas. Son las circunstancias en las que se producen las llamadas de emergencia. Y sus gestores deben estar preparados para ello. Pilar Limon, portavoz de 112 Andalucía, recalca que “son solo minutos pero a los alertantes se les hacen eternos”. Los operadores deben mantener la calma “para no dejarse contagiar por el estrés” y, al mismo tiempo, tener la empatía suficiente para conectar con la persona y tranquilizarla.
En este sentido, los profesionales de los servicios de emergencias insisten en la necesidad de formar a la población para saber cómo tienen que afrontar una llamada al 112. Marta Nonite, médica de SAMU Asturias, aclara que la persona que llama para pedir ayuda “debe saber que va a hablar con mucha gente, que le van a preguntar muchas cosas, que le van a dar instrucciones y que no debe colgar hasta que no se lo indiquen”. Sabiendo esto, de antemano, se enfrentará a la conversación con una predisposición diferente.
Nonite reconoce que, durante la emergencia, es imposible razonar con el alertante. Los nervios no admiten explicaciones. Por eso, es importante la formación previa, “en frío “. Hay que concienciar a la población de que “sus manos, sus ojos y sus respuestas” son las pruebas, analíticas y exploraciones que el sanitario necesita para tener un diagnóstico, en menos de dos minutos, sin ver al paciente.
Por eso, el tiempo invertido en responder las preguntas no es tiempo perdido es, simplemente, la diferencia entre salvar o no una vida.
Fuente:
https://www.niusdiario.es/sociedad/sanidad/preguntas-ambulancia-necesarios-interminables-cuestionarios-emergancias_18_2831070022.html